jueves, 11 de febrero de 2010

el cine Santiago Apóstol por Alberto López Echevarrieta




El Cine Santiago Apóstol: un suspiro de libertad

Durante el franquismo fue refugio de todos los movimientos progresistas de Bilbao

Por Alberto López Echevarrieta (con su permiso)


Hace treinta años por estas fe­chas, el mundo de la cultura bil­baína sintió como propio el cierre de uno de los locales que más se había significado en los últimos años por acoger espectáculos al­ternativos que por su contenido no tenían cabida en otras salas. El 1 de junio de 1976, y coincidien­do con la clausura del colegio al que iba adscrito, se cerró el Cine Santiago Apóstol cuya fachada daba a la Alameda de Recalde. Durante el franquismo fue refugio de cine-clubs, asociaciones cultu­rales y actos que muchas veces burlaban a la censura.


Una isla en el corazón de Bilbao

El antiguo colegio Santiago Apóstol ocupaba la mayor parte de la manzana comprendida entre las calles Licenciado Poza, ala­meda de Recalde, alameda de Urquijo e Iparraguirre. Es decir, donde hoy están el "edificio ver­de", el llamado "palacio de los cristales" y la plaza Bizkaia. Lo regentaban los Hermanos de las Escuelas Cristianas y la parte más emblemática de su construcción la constituía la torre de la capilla, que estaba situada donde actual­mente está encajado un monumento de hierro.Justamente debajo del templo se montó el cine primitivo. Tanto el piso como las butacas (es un decir) eran de madera, lo que pro­piciaba que al amparo de la oscu­ridad de la sala durante una pro­yección, se montaran conatos de protesta con ruido en cuanto la ac­ción del film decaía un poco. Cla­ro que la vigilancia de los frailes evitaba que aquello proliferara.

Aquel local tenía el proyector al final del patio de butacas, casi al nivel del suelo, por lo que resultaba muy fácil interceptar la proyección si se quería jugar una ma­la pasada al encargado de turno. Uno de los mayores revuelos que se recuerdan llegó con la película Salomé, de William Díeterle, con Rita Hayworth encabezando el re­parto. El enteradillo de turno ase­guró que en la versión original del film, la protagonista interpretaba el baile de los siete velos quedán­dose al final como Dios la trajo al mundo. El morbo estaba servido y ali­mentado por la propaganda que se hacía desde los pulpitos de que quien iba a ver Gilda, de la misma , actriz, quedaba excomulgado o poco menos. ¡Para qué quieren más! ¡Y encima Salomé en un co­legio religioso! En la tarde de aquel domingo fuimos muchos los bilbaínos que nos colamos pa­ra ver la famosa secuencia. Y em­pezó el baile. Rita se quita un ve­lo, otro, otro... y al poco se pro­duce un salto en la acción que provocó auténticos aullidos de protesta en la creencia de que se trababa de un corte fraileril.


Refugio de cultura alternativa

Pasado un tiempo, aquella sala se reformó totalmente. La nueva tenía entrada pública por la alame­da de Recaída 50 y resultaba muy confortable. Carecía de columnas y disponía de palcos y entresuelo. Su decoración estaba muy cuidada y, por su ornamentación, destaca­ba el techo. Abrió sus puertas el S de diciembre de 1961 con un concierto dirigido por Segundo de Olaeta al que los dos días inme­diatos siguió la puesta en escena del auto sacramental El gran tea­tro del mundo a cargo del cuadro artístico de la Asociación de Ex-alumnos, la actuación de los Ba­llets Olaeta y como cierre del pro­grama una gran fiesta escolar para los padres de los alumnos.


En él actuó la actriz Celeste Holm, ganadora de un Osear de Hollywood

La dedicación de la sala fue muy clara desde el principio: Fines culturales, como conciertos, conferencias, etc., contándose siempre con el apoyo y la autoridad moral de la Asociación de Padres de Familia para su mejor orientación y desarrollo. De esta forma se llenaba el vacío de locales que había en la capital vizcaina para estos menesteres. Su estratégico emplazamiento en el centro de la Villa le convirtió inmediatamente en el punto de mira de mu- chas asociaciones.Ya en 1962 se distinguió por la programación cinematográfica que ofrecía los jueves y los domingos. Títulos como Los que no perdonan, El sargento negro, Ho- rizontes de grandeza… eran cuidadosamente seleccionados por el fraile encargado, acérrimo seguidor de la revista especializada Film Ideal.


Al Santiago Apóstol llegó de rebote el “Cine-Club Universitario” que acababa de ser expulsado de la Escuela de Ingenieros donde se fundó y en cuya Aula Magna protagonizó históricas sesiones. Este cine-club había adquirido una enorme presencia cultural y a sus sesiones acudían estudiantes, intelectuales y políticos de todo pelo. En vista de ello, la dirección de la escuela consideró que aquello era un foco de infección, clausurándolo por el peligro que encerraba.


El “Cine-Club Universitario”

Tuvo una etapa muy brillante en el nuevo emplazamiento y es que ganó con el cambio. Le siguió el“Cine-Club El Desván” que, como todo el mundo sabía, estaba integrado por elementos aún más “rojos”. Claro que todas estas actividades daban mucho trabajo a los encargados de vigilar el bien y el mal, viéndose precisados los programadores a hacer encaje de bolillos para hacer publicidad de sus películas. Como si se tratara de propaganda subversiva, se repartían hojas impresas a multicopista en las que se anunciaba, por ejemplo, un 29 de mayo, a las siete de la tarde, el documental Sahara, autodeterminación o genocidio a la que seguiría, como si de un complemento se tratara, “un film de Eisenstein”. Al texto le acompañaba un fotograma de la escalera de Odessa, por lo que todos sa- bíamos que lo que se iba a ver allí era El acorazado Potemkin, cuya proyección estaba prohibida por la censura. El local se abarrotaba de público.

Particularmente siempre he creído que los censores hacían la vista gorda con esta sala, porque a continuación la propia Delegación Provincial del Ministerio de Información y Turismo de Bilbao es decir, los encargados de estas prohibiciones– presentaron en febrero y marzo de 1975 el primer, y creo que único, programa de la Filmoteca Nacional de España con un ciclo dedicado a Andrzej Wajda compuesto por Paisaje después de la batalla, Canal, Cenizas y diamantes, Los brujos inocentes y Todo está en venta.


En vivo y en directo

En el terreno de las actuaciones, en el Santiago Apóstol hicieron su presentación los componentes del mítico grupo “Ez dok amairu”, entre los que estaban Benito Lertxundi, Xabier Lete, Lurdes Iriondo… cuyas canciones eran blanco ideal de la censura. Periódicamente la Orquesta de Acordeones de Josu Loroño hacía gala de su arte.

En esta sala actuaron los de “Akelarre”, “El Buho”, “Cómicos”, pero también tres figuras de Hollywood que trajo el Consulado de los EE.UU. para representar fragmentos de My fair lady.

Fueron la actriz Celeste Holm, ganadora en 1947 del Oscar por su trabajo en el film La barrera invisible, Wesley Addy y Buddy Adler, cuyos nombres suelen ser habituales en películas norteamericanas. La representación fue antológica, aunque muy poco difundida.

En una de las últimas sesiones de teatro se presentaron al público estas propuestas:“Han de ser creadas Casas de Cultura en las ciudades, barrios y pueblos, gestionadas democráticamente por organismos populares. Esto enlaza con la campaña que se está llevando a cabo con el fin de convertir la Alhóndiga Municipal en centro de cultura para Bilbao. Creación de compañías y teatros municipales, así como impulso y ayuda a agrupaciones no industriales de fomento de la cultura. Creación de una futura Universidad vasca de Escuelas de Arte Dramático, de cine, etc. que puedan desarrollar sin impedimentos una cultura popular enraizada en las tradiciones y problemática del pueblo vasco. Derogación de la anacrónica legislación sobre espectáculos y puesta al día de un tratamiento oficial que sea instrumento de potenciación y ayuda a la cultura y no su freno. Libertad de creación artística; desaparición de la censura de espectáculos, puesto que ya existen las leyes penales; eliminación de las trabas gubernativas, de los premios especiales, de los controles por encima de los que rijan los derechos ciudadanos”.El Teatro-Cine Santiago Apóstol cerró sus puertas en 1976 coincidiendo con la clausura del colegio como consecuencia de la demolición del edificio.

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